martes, 5 de enero de 2016

EN LA ALBORADA DE UN NUEVO AÑO
El Año Nuevo por sí solo no es tema recurrente en la literatura; por lo general es absorbido por la celebración de la Navidad, que, por su parte, tiene infinidad de poetas, cantores y artistas en todos los pueblos y culturas. No obstante, me permito compartir con los amigos, familiares, compañeros de inquietudes literarias, periodísticas, educativas  y culturales el siguiente texto que, ante estas celebraciones, adquiere un valor especial.

Fraternal y afectuosamente, con los anhelos pletóricos de realizaciones personales, profesionales, sociales y culturales para el 2016.
                                                                            Saniel E. Lozano Alvarado



EL BRINDIS DEL BOHEMIO
Guillermo Aguirre y Fierro

En torno a una mesa de cantina
una noche de invierno,
regocijadamente departían
seis alegres bohemios.

Los ecos de sus risas escapaban
y de aquel barrio quieto
iban a interrumpir el importante
y profundo silencio.

El humo de olorosos cigarrillos
en espirales se elevaba al cielo,
simbolizando, al disolverse en nada,
la vida de los sueños.

Pero en todos los labios había risas
inspiración en todos los cerebros,
y repartían en la mesa
copas pletóricas de ron, whisky y ajenjo.

Era curioso ver aquel conjunto,
aquel grupo bohemio,
del que brotaba la palabra chusca,
la que vierte veneno,
lo mismo que, melosa y delicada,
la música de un verso.

A cada nueva libación,
las penas hallábanse más lejos
del grupo y nueva inspiración llegaba
a todos los cerebros,
con el idilio roto que venía
en las del recuerdo.

Olvidaba decir que aquella noche,
aquel grupo bohemio
celebraba entre risas, libaciones
chascarrillos y versos
la agonía que un año de amarguras
dejó en todos los pechos,

y la llegada, consecuencia lógica,
del feliz Año Nuevo…

Una voz varonil dijo de pronto:
¡Las doce, compañeros!:
Digamos el “requiescat” por el año
que ha pasado a formar entre los muertos.
¡Brindemos por el año que comienza!
Porque nos traiga entre entresueños;
porque no sea su equipaje
un cúmulo de amargos desconsuelos…

Brindo, dijo otra voz, por la esperanza
que la vida nos lanza,
de vencer los rigores del destino,
por la esperanza, nuestra dulce amiga,
que las penas mitiga,
y convierte en vergel nuestro camino.

Brindo porque hubiese a mi existencia
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi frente venganza;
si en mi cielo de tul limpio y divino
no alumbrase mi seno
una pálida estrella, mi esperanza.

¡Bravo! Dijeron todos,
inspirado has estado
y hablaste bueno, breve y sustancioso.
El turno es de Raúl:
alce su copa y brinde por … Europa,
ya que su extranjerismo es delicioso…

Bebo y brindo, clamó el interpelado;
brindo por mi pasado
que fue de luz, de amor y de alegría,
en el que hubo mujeres seductoras
y frentes soñadoras
que se juntaron en la frente mía…
Brindo por el ayer que en la amargura
que hoy cubre de negrura mi corazón,
esparce consuelos,
trayendo hasta mi mente las dulzuras
de goces, de ternuras;
de dichas, de reliquias, de desvelos.

Yo brindo, dijo Juan, porque en mi mente
brote un torrente
de inspiración divina y seductora,
porque vibre en las cuerdas de mi lira
el verso que suspira,
que sonríe, que canta y que enamora.
Brindo porque mis versos cual saetas
lleguen hasta las grietas
formadas de metal y de granito,
de la mujer ingrata
que a desdenes me mata…
¡pero que tiene un cuerpo muy bonito!
Porque a su corazón llegue mi canto
sus manos que me causan embelesos;
porque con creces mi pasión me pague…
¡Vamos! Porque me embriague
con el divino néctar de sus besos.

   
Siguió la tempestad de frases vanas
de aquellas tan humanas
que hallan en todas partes acomodo,
y que en cada frase de entusiasmo ardiente
hubo oración creciente
y libaciones, y reír y todo.
Se brindó por la patria, por las flores,
por los castos amores
que hacen un valladar de una ventana,
y por esas pasiones voluptuosas
que el fango del placer llena de rosas
y hace de la mujer la cortesana.

Sólo faltaba un brindis, el de Arturo,
el del bohemio puro,
de noble corazón, de gran cabeza;
aquel que sin ambages declaraba
que solo ambicionaba
robarle la inspiración a la tristeza.

Por todos estrechado alzó la copa
frente a la alegre tropa
desbordante de risa y de contento;
los inundó en la luz de una mirada,
sacudió su melena alborotada
y dijo así, con inspirado acento:

Brindo por la mujer, mas no por ésa
en la que halláis consuelo en la tristeza,
rescoldo del placer, ¡Desventurados!
No por esa que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificiosamente perfumados.

Yo no brindo por ella, compañeros,
siento por esta vez no complaceros.
Brindo por la mujer, pero por una,
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos;
por la mujer que me arrulló en la cuna;
por la mujer que me enseñó de niño
lo que vale el cariño
exquisito, profundo y verdadero:
por la mujer que me arrulló en sus brazos
y que me dio en pedazos
uno por uno el corazón entero.

¡Por mi madre, bohemios!
Por la anciana que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y deseado,
porque sueña, tal vez, que mi destino
me señala el camino
por el que iré pronto a su lado.
Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me dio la vida
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía,
y lloró de alegría sintiendo mi cabeza
en su corpiño.

Por eso brindo yo.
Dejad que llore, y en lágrimas desflore
esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre ausente,
por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.

Por la anciana infeliz que gime y llora
y que al cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella.
¡Por mi madre, bohemios!
que es dulzura vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida, estrella…

El bohemio calló; ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor y la ternura
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura
y la llegada, consecuencia lógica,
del feliz Año Nuevo…

Por la anciana infeliz que gime y llora
y que al cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella.
¡Por mi madre, bohemios!
que es dulzura vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida, estrella…

El bohemio calló; ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor y la ternura
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura.



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